En Kenia dio inicio el juicio contra Paul McKenzie, autoproclamado pastor de la Iglesia Internacional de las Buenas Nuevas (IIBN), acusado de liderar un culto que predicaba la muerte como un atajo hacia la gloria celestial.
McKenzie enfrenta cargos de asesinato, terrorismo y tortura infantil, tras la muerte de más de 400 feligreses, incluidos niños. Estos crímenes ocurrieron entre 2020 y 2023 en la sede del culto, ubicada en el bosque de Shakahola, donde las autoridades encontraron fosas comunes. Además, se investiga la posible venta de órganos.
A pesar de haberse declarado no culpable, los testimonios y las evidencias presentadas en el juicio demuestran los horrores que vivieron las víctimas, quienes murieron de inanición o fueron brutalmente golpeadas por los seguidores del pastor.
McKenzie no enfrenta este juicio solo. Junto a él, otras 95 personas, 55 hombres y 40 mujeres, quienes ocupaban altos cargos dentro de la iglesia, también están en el banquillo de los acusados.
El escándalo por las espeluznantes revelaciones obligó a las autoridades kenianas a revisar los requisitos para la inscripción de nuevos cultos religiosos, un proceso que hasta ahora requería pocos trámites formales. Esta tragedia, catalogada como una de las mayores de su tipo en la historia, ha dejado una profunda huella en la sociedad keniana y ha puesto en el centro del debate la regulación de las organizaciones religiosas en el país.